Los estudiantes, en un momento inolvidable de la ceremonia.
Cada gesto, muestras de júbilo, abrazos, estruendos de alegría y lágrimas de emoción registradas este miércoles en la ceremonia de Graduación 2025 de la Fundación Universitaria Internacional de La Rioja resumen casi 400 historias personales de superación conmovedoras. Pertenecen a personas de todas las edades, desde estudiantes muy jóvenes a otros que, incluso, atravesaron la barrera de los 50 años. Todos son sinónimo de esperanza, templanza y una inquebrantable fe para cumplir sus sueños.
Ellos son los auténticos forjadores de una gesta que les hizo vivir una de las jornadas más inolvidables de sus vidas. Precisamente, esta institución de educación superior realizó el magno acto que premió su esfuerzo, porque ellos triunfaron al derribar barreras y alcanzar la meta tan anhelada.
La cita fue en el recinto Corferias de Bogotá, al que acudieron 293 estudiantes junto a familiares, amigos y demás seres queridos, mientras que otros 84 participaron de manera virtual, junto a sus allegados, desde sus hogares.
Los grandes protagonistas de la jornada fueron acercándose al pabellón 1 de Corferias desde primeras horas de la tarde. Tenían la certeza de que algo único e inolvidable estaba por ocurrir en sus vidas. Durante años se prepararon y trabajaron duro para conseguirlo, desde el preciso instante en que comenzaron a diseñar un camino de progreso al cursar diversos programas de pregrado y especializaciones, que les permitiera evolucionar en sus trayectos profesionales y en sus anhelos personales.
La sucesión de imágenes vividas y radiantes del día fueron tantas como las innumerables muestras de felicidad que asomaron desde todos los rincones. Un par de horas antes del comienzo de la ceremonia, programado para las 17.00 h, los estudiantes comenzaron a llegar hasta el lugar del evento, procedentes de todos los territorios del país. Cursaron los programas académicos impartidos por la Fundación y representan a varios de los 32 departamentos y más de 700 municipios colombianos.
Caminaron juntos, en pequeños grupos, y se situaron en filas para recibir -orgullosos y pletóricos- sus togas y birretes. Allí comenzaron a retratar innumerables imágenes para la posteridad, registradas con las cámaras de sus teléfonos.
De este modo, el espacio preparado de manera especial para esta gran fiesta fue poblándose de hombres y mujeres valientes, capaces de afrontar todo tipo de adversidades. Allí estaba José Abraham Ruiz Campos, por ejemplo, estrechando manos y saludos con sus compañeros. Abandonado de pequeño por sus padres, llegó a vivir junto a su hermano durante años en las calles, sin techo y alimentándose malamente, de manera salteada, como podía. Pero hoy se convirtió en egresado de la Especialización en Gerencia Educativa. Él puede dar fe como nadie que, en la vida, bien merece mantener siempre la esperanza y no rendirse ni claudicar jamás.
Unos cuantos metros más allá, casi indivisible en la marea de graduandos, se encontraba Fidelino Cumanaica. Pertenece a una de las 38 reservas indígenas del Vichada, correspondiente el municipio de Cumaribo. En su resguardo, muchas veces padeció la escasa conexión a internet para seguir sus clases. Por ello, para continuar con sus estudios, realizó decenas de veces largos trayectos hacia una escuela rural para realizar sus trabajos. Hoy luce con orgullo su diploma de graduado en ingeniería informática.
En otro lugar de la sala, Kely Zujaira Cetre levantaba sus brazos en clara señal de triunfo. Ella trabajaba en una escuela rural interna como docente orientadora donde se le presentaron situaciones de acompañamiento a niños con necesidades educativas especiales.
Y fue así como quiso buscar una alternativa de formación que le permitiera obtener herramientas para poder trabajar con ellos. Por eso decidió estudiar la especialización en neurosicología y educación. También encontró innumerables escollos en su camino, como los problemas de acceso a internet en Istmina-Chocó, donde laboraba. Como Fidelino, tuvo que trasladarse en repetidas ocasiones, cada viernes durante por varias horas, en las noches, al casco urbano más cercano donde habitaban sus familiares para poder adelantar el fin de semana todo lo relacionado a su proceso académico.
Casi en simultáneo, Magdalena Yascuarán sonreía tímidamente. Cuando estaba por finalizar sus estudios en administración en salud creyó que debía suspender su proceso formativo porque quedó embarazada. En ese momento, a las puertas de comenzar sus prácticas académicas, pensó que no podía seguir.
Pero gracias a la ayuda y al apoyo de esta universidad no tuvo que suspender sus estudios. Hoy reconoce que “de la mano de los docentes, de los tutores y de su familia, pudo seguir adelante con su sueño profesional, hecho realidad. Finalmente aprendió a organizarse, a creer en sí misma y le dedica su pequeña gran epopeya a su hija.
Una vez situados todos los graduandos y sus familiares en sus asientos, a las 17.00 h en punto comenzó oficialmente la ceremonia. La doctora Flor Nancy Díaz Piraquive, rectora de esta institución de educación superior, hizo su aparición en el auditorio escoltada por la comitiva académica. Tras instalarse cada uno de los miembros en su sitio de la mesa directiva, todos los presentes entonaron el Himno Nacional.
Acto seguido, D. Carlos Raúl Yepes Jiménez, miembro del Consejo Asesor de UNIR en Colombia, se encargó de pronunciar la lección magistral. En su discurso, titulado ‘¿Qué vale la pena en la vida?’, mencionó con nombres y apellidos (y desglosó los casos) de José Abraham, de Fidelino, de Kely y de Magdalena, para sintetizar lo que todos los graduandos comparten: la recompensa a su esperanza.
Yepes introdujo el tema con una primera reflexión: “¿Qué vale la pena en la vida? No lo sé con certeza. Y, sinceramente, creo que nadie tiene una respuesta concreta. Pero quizás eso no sea una debilidad, sino una oportunidad: la oportunidad de buscar, de descubrir y de construir nuestra propia respuesta”, afirmó.
Después, confesó que “durante muchos años, he considerado y aprendido que vale la pena el esfuerzo silencioso, el que nadie aplaude pero que sostiene cada logro. Que vale la pena la constancia del que estudia de madrugada mientras trabaja y cuida a sus hijos. Que vale la pena el coraje de quien vuelve a empezar después de un fracaso, o el de quien se supera sin que nadie lo note”.
Desde su óptica, “la vida -me parece- no está hecha solo de cosas. Está hecha, sobre todo, de momentos y emociones. De decisiones que nos transforman, de vínculos que nos sostienen, de sueños que nos empujan a seguir adelante. Es por eso por lo que nos sentimos llamados a realizar una transformación, pero no cualquier transformación sino una transformación trascendente de nuestro comportamiento. Es decir, que vaya más allá de nosotros mismos, de nuestro entorno más cercano, la familia, el trabajo y la sociedad”.
En este sentido, dijo que “esta invitación a una transformación trascendente no será tarea fácil, por el contrario estará llena de dificultades, de incertidumbres, de incomprensión, pero también tendrá momentos llenos de alegría, de satisfacción, de acciones que nos llenarán de emoción y de orgullo. Las unas para sabernos sobreponer con carácter y fortaleza; las otras, para entender las razones que nos dan motivos para vivir y que serán el resultado de nuestras decisiones y por lo tanto, de nuestras acciones”.
Para finalizar, volvió a interrogar: “Y entonces, ¿Qué vale la pena en la vida? Vale la pena la familia. La que nos ama sin condiciones y nos sostiene incluso cuando tambaleamos. Valen los amigos verdaderos. Los que permanecen, aunque no haya “me gusta” ni fotos. Vale la pena el esfuerzo. Ese que no da titulares ni aplausos, pero que nos hace sentir dignos cuando miramos hacia atrás. Vale la pena el trabajo. No por el cargo, ni por el salario, sino por lo que aportamos, por la huella que dejamos. Vale la pena vivir con principios. Con ética, con coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos”, aseveró, entre otros motivos auténticos que fue enunciando uno a uno.
Después fue el turno de palabra de José Abraham Ruiz Campos, el encargado de pronunciar sus palabras en representación de los demás egresados. Comenzó diciendo: “Hoy nos reunimos en este imponente escenario de Corferias para celebrar mucho más que la culminación de una etapa académica. Celebramos la vida, las oportunidades, el esfuerzo, la disciplina y, sobre todo, la valentía de cada uno de ustedes por decir ‘sí’ a la educación”.
Tras esta primera reflexión, manifestó: “En un mundo lleno de distracciones, donde a menudo el estudio queda relegado a un segundo plano, quienes hoy estamos aquí hemos decidido tomar el camino de la formación, preparándonos no solo para nuestro beneficio personal, sino para servir a nuestras familias y a la sociedad”.
Y luego agregó: “La educación es mucho más que la adquisición de conocimientos. Es, en palabras de Paulo Freire, ‘el acto de amor, por tanto, un acto de valor’. Es el motor que transforma sociedades, cultiva culturas y moldea la política. Somos seres sociales, y en la interacción con el otro encontramos el sentido del aprendizaje: buscamos conocimiento, habilidades y destrezas que nos permitan aportar al mundo”.
También citó a Gabriel García Márquez, quien decía que “la educación es, tal vez, la forma más alta de buscar la felicidad. Hoy, al recibir este título, no solo celebramos un logro personal, sino también el compromiso de poner nuestro saber al servicio de los demás, de construir una sociedad más justa, ética y solidaria”.
Para finalizar, resaltó: “Lleven siempre con orgullo el nombre de nuestra alma mater. Que en cada ámbito, laboral o familiar, se destaque su liderazgo, compañerismo y solidaridad. No olviden nunca la institución que los vio crecer académica y personalmente, y que les permitió llegar a este momento inolvidable. Agradezco de corazón a quienes nos tendieron la mano para lograr este objetivo. Este triunfo es de todos. Sigamos construyendo juntos nuestro proyecto de vida. No tengamos miedo de salir con la frente en alto, de expresar al mundo los conocimientos y valores adquiridos. Como nos recuerda el sacerdote Felipe Neri: “Que el límite sea el cielo”.
A continuación, los presentes pronunciaron el solemne Juramento. Y después sucedió uno de los momentos claves de la jornada: la entrega simbólica de diplomas. Uno a uno, los egresados fueron subiendo al escenario principal para recibir el diploma simbólico que certifica su recompensa al esfuerzo.
En tandas, fueron recibiendo los documentos tan preciados de manos de los miembros de la comitiva académica. Desde el sector de familiares y amigos, y también en las áreas reservadas para profesores, tutores y personalidades distinguidas que asistieron al acto, recibieron los vítores y congratulaciones.
Posteriormente tuvo lugar el discurso de la rectora Díaz Piraquive. Hizo hincapié en el concepto de felicidad que se adueñó del espacio Corferias: “Nos sentimos felices de seguir formando los próximos dirigentes de este país, no solo en áreas acertadas de conocimiento sino en competencias destacadas blandas, digitales y sociales. Donde la ética, integridad en el actuar y la responsabilidad en el uso de tecnologías inteligentes, darán muestra de nuestro sello UNIR”.
También reflexionó sobre la visión de felicidad de Aristóteles: “Según él, la felicidad no es una meta, sino una actividad. Se alcanza cuando actuamos conforme a nuestra virtud. Explicó que un ser humano encuentra la felicidad cuando vive según su propósito y cultiva sus virtudes. Afirma que el propósito del ser humano es pensar, reflexionar y actuar con justicia”.
Y complementó su idea al señalar: “Cuando encuentres el equilibrio entre tu mente, tu corazón y tus acciones, allí hallarás tu verdadera felicidad. La felicidad no está en lo que poseemos, sino en cómo vivimos cada día. Qué hacemos hoy para vivir en armonía con nuestras virtudes. Ser feliz es una decisión personal, es una decisión que tu tomas y punto. La felicidad no es la meta, es el camino que recorres para alcanzarla”.
Desde su visión, “la felicidad es más que un sentimiento hermoso o un dibujo de una cara sonriente. Es el sentimiento que indica que realmente estás disfrutando de la vida y que deseas aprovechar esta vida al máximo. La felicidad es el ‘condimento secreto’ que te ayuda a desarrollarte plenamente”.
En sus palabras finales, también recomendó: “Vive la vida que amas. Ama la vida que vives. El que no puede ser feliz con poco, no podrá ser feliz con mucho. Graduandos, sin disminuir la felicidad de los demás, goza al máximo de la felicidad que puedas”.
En el tramo final de la ceremonia, las emociones no dieron respiro. Casi un millar de asistentes al magno acto entonaron el Himno por excelencia del estudiante, el Gaudeamus Igitur. Tras esto se produjo la salida de la comitiva académica, que cerró oficialmente el acto.
Pero aún faltaba una última postal inigualable: el clásico lanzamiento de birretes al aire de los graduandos, quienes corolaron un día inconmensurable y para el recuerdo. Así fue como la Fundación Universitaria Internacional de La Rioja escribió un nuevo capítulo dorado de esta hermosa travesía, que demuestra su imparable marcha y crecimiento, con la firme apuesta por seguir brindando una educación superior en línea de excelencia, inclusiva y de máxima calidad para Colombia.
Nuestra metodología te permite estudiar sin desplazarte mediante un modelo de aprendizaje personalizado.
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